Invitado: Mons. Sebastià Taltavull
No sería coherente si pensara y dijera lo contrario. Lo digo desde el concepto de laicidad más estricto y con el máximo respeto a toda forma diferente de pensar, ya que es desde ella que es posible el diálogo con el mundo agnóstico y con las otras religiones, precisamente en bien de una convivencia donde el buen entendimiento entre unos y otros debemos hacerlo posible. Siempre he creído que, en nuestras relaciones humanas, el hecho religioso juega un papel importante porque es connatural a la capacidad humana y, con los valores que predica e invita a practicar, puede aportar un sentido inmediato y al mismo tiempo trascendente a la existencia.
No sería coherente si pensara y dijera lo contrario. Lo digo desde el concepto de laicidad más estricto y con el máximo respeto a toda forma diferente de pensar, ya que es desde ella que es posible el diálogo con el mundo agnóstico y con las otras religiones, precisamente en bien de una convivencia donde el buen entendimiento entre unos y otros debemos hacerlo posible. Siempre he creído que, en nuestras relaciones humanas, el hecho religioso juega un papel importante porque es connatural a la capacidad humana y, con los valores que predica e invita a practicar, puede aportar un sentido inmediato y al mismo tiempo trascendente a la existencia.
Lo he escrito y lo he comentado con frecuencia que, independientemente de acuerdos institucionales y tendencias ideológicas que pueda haber respecto al hecho religioso en general y del cristiano en particular, hay un derecho humano fundamental a defender y ejercer. Me han hablado infinidad de veces muchos ex alumnos del instituto público donde ejercí la docencia junto con otro centro durante casi veinte años, aprendiendo mucho de los jóvenes y sintiendo un aprecio, apoyo y colaboración extraordinarios para parte de los compañeros profesores del claustro. Hoy, todos lo sabemos, muchas expresiones, palabras, acontecimientos culturales y determinados aspectos de la vida no se entienden si no se han adquirido unas nociones básicas sobre el hecho religioso.
Esto aún se ve más —y queda en evidencia una gran desinformación— cuando en ciertos foros, a la hora de referirse a la religión, se usan términos totalmente inadecuados o queda muy de manifiesto que no se tiene conocimiento o se habla de forma superficial, despectiva o puramente anecdótica. Con todo, se suele argumentar que «la religión es algo privado», pero se olvida que su práctica tiene por sí misma una incidencia pública. Ante esta objeción que nos llega con frecuencia, el papa Francisco dice que «nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin ninguna influencia en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos» (EG 183).
La inscripción en la clase de religión es una decisión valiente, totalmente coherente con la propia fe, decisión que se verá completada con el crecimiento cristiano en el marco de la catequesis dentro de la comunidad cristiana. También, en estos momentos de la inscripción en la clase de religión, se pide una opción a los mismos adolescentes y jóvenes que, por su propia cuenta y libertad, han de tomar la decisión. Por su edad, es importante que en los centros educativos se les ayude a una elección hecha a conciencia y no poniendo dificultades que lleven a la supresión de la clase o la infravaloración de los contenidos. Sabemos, al mismo tiempo, que todo esto es un reto para los profesores de religión que deben hacer que la asignatura esté al nivel que le corresponde y que defendemos, y lo es también por el prestigio de la misma institución escolar, porque favorece que las diferentes opciones sean posibles y no haya ningún tipo de marginación, malentendido o exclusión.
Obispo de Mallorca
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