Invitada: Alicia Delibes
Nos acabamos de enterar de que la economía alemana se recupera de forma "vertiginosa". Los medios de comunicación se muestran sorprendidos por el dato difundido el pasado viernes por la Oficina Federal de Estadística: el último trimestre la economía alemana ha crecido un 2,2%, cifra que no se registraba desde la reunificación en 1989.
Si el dato se confirma, si Alemania vuelve a ser locomotora económica de Europa, hay un factor que creo que deberían tener en cuenta todos lo que analicen las claves de este nuevo "milagro alemán": Alemania es el único país de Europa occidental que ha mantenido un sistema educativo basado en la exigencia, el esfuerzo y el mérito académico.
Cuando las economías europeas comenzaron a recuperarse después de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos se plantearon la necesidad de extender la enseñanza secundaria a toda la población. Esa "universalización" de la enseñanza media podía hacerse siguiendo dos direcciones muy distintas. Una de ellas consistía en ofrecer, después de la educación primaria, distintas opciones de acuerdo con las capacidades, intereses y aptitudes demostradas por los escolares, y la otra, prolongar la enseñanza general básica todo el tiempo que fuera económicamente posible, sin establecer distinción alguna en función de dichas capacidades.
Esta segunda opción, que fue la que defendieron desde un principio los partidos y sindicatos de izquierda, se fue imponiendo en el mundo occidental a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Pues bien, curiosamente, ha sido Alemania el único país importante que ha mantenido hasta hoy un modelo "selectivo" de enseñanza secundaria.
La escolarización comienza en Alemania a los seis años. Después de cuatro años de enseñanza primaria, cada niño, según la capacidad para el aprendizaje que ha mostrado, ingresa en un Gymnasium, en una Realschule o bien en una Hauptschule.
Los alumnos con mejores calificaciones son admitidos en un Gymnasium, donde la enseñanza es tradicional, exigente (valga como ejemplo el hecho de que todos los alumnos deben estudiar latín) y dirigida a posteriores estudios superiores. Más fácil es ser aceptado en una Realschule, donde la enseñanza es menos exigente o en una Hauptschule en la que se imparte una formación más práctica y se puede obtener una cualificación profesional.
La escolarización es obligatoria hasta los 15 años en la Hauptschule, y hasta los 16 en la Realschule. A partir de entonces se ofrecen dos posibilidades para aquellos que quieren seguir estudiando: preparar los exámenes de ingreso en la Universidad, el Abitur, para lo cual deben ser admitidos en un Gymnasium; o ingresar en una Berufschule, en la que se ofrece una formación profesional académica combinada con un trabajo remunerado en alguna empresa.
A lo largo de los últimos años, el sistema alemán ha ido ganando en flexibilidad y estableciendo pasarelas de un modelo a otro, pero la separación, o segregación, como suelen decir los pedagogos progresistas, que se muestran horrorizados de que a los 11 años se seleccione a los alumnos en función de sus resultados académicos, se sigue, hoy por hoy, manteniendo en Alemania.
Dentro de estas líneas generales del sistema, los programas de estudio y los horarios lectivos varían mucho de un Land a otro. Existen también centros de secundaria donde se ofrecen los tres modelos, sobre todo en poblaciones pequeñas. Y también se permiten colegios privados con alternativas pedagógicas distintas.
En general, los ciudadanos alemanes confían en su sistema público de enseñanza. Posiblemente sea Alemania uno de los países europeos con una oferta de enseñanza privada más minoritaria. El sistema alemán es muy estatalizado pero ha conseguido mantener una variedad que se adapta mejor que ningún otro a la diversidad social. Quizás sea esa variedad, junto a la exigencia y al reconocimiento del mérito académico, el secreto de su eficacia y quizás sea esa eficacia la clave de la sorprendente recuperación económica alemana actual. No pretendo afirmarlo con rotundidad pero sí que se tenga en cuenta porque, para mí, esa capacidad que los alemanes demuestran para superar graves crisis históricas, políticas y económicas puede tener mucho que ver con la fidelidad que mantienen a un sistema educativo que hunde sus raíces en el pensamiento del gran Wilhelm von Humboldt, que, ya desde las primeras décadas del siglo XIX, impulsó medidas educativas para que todos los ciudadanos pudieran desarrollar al máximo sus capacidades individuales.
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