Emotiva rueda de prensa en la sede de Pueblos Unidos, la ong jesuita de ayuda a los inmigrantes con sede en La Ventilla (Madrid). Emotiva por las clamorosas denuncias del Servicio de Ayuda a Migrantes-España de la compañía de Jesús, capitaneado por Josep Buades. Con un estudio serio sobre las "mentiras" que proliferan sobre la inmigración africana. "No hay invassión", repetía uan y otra vez, Cristina Mqanzanedo, coordinadora del documento y experta de Entreculturas. Pero la máxima emoción se produjo con la intervenciíon de Serigne Mbaye. Clara, breve, directa, conmovedora.Y habrá otras muchas. Incluso más dramáticas.
"Soy Serigne Mbaye, inmigrante africano, de Senegal, casado y con 3 hijos, que ha cruzado la Frontera Sur:
Viajé en cayuco el 22 de mayo de 2006. Nunca dejo de olvidarme de esa fecha. Vine para llegar a una tierra de esperanza y paz, que era lo que pensaba que era Europa. El viaje, son días de riesgo, días en que hemos apostado nuestra vida, nuestros sueños por un mundo mejor. Es un viaje sin apenas comida y agua, no sabíamos si los motores eran suficientes, si la gasolina era suficiente. Tuvimos que irnos a alta mar para salvar la vigilancia, primero de los guardias de Senegal y de Marruecos y luego la guardia civil española. Al ir a alta mar aumenta el riesgo. Teníamos un susto de muerte. Frecuentemente uno gritaba, había pánico, muchos tenían miedo porque era difícil de soportar la dureza del viaje.
Cuando llegamos aquí a España nos cogió la Guardia Civil y estuvimos 3 días en la comisaría para poder expulsarnos. Pasamos a un Centro de Internamiento de Extranjeros para esperar 40 días a ver qué pasaba con nosotros. A unos los han expulsado, otros como yo hemos tenido más suerte. A mí, desde Tenerife me enviaron a Madrid.
Los que quedamos en libertad en Madrid empezamos a buscarnos la vida y entonces nos dimos cuenta de que España no era lo que pensábamos. Nosotros creíamos que íbamos a tener trabajo desde el primer día.
Te buscas la vida como sea, salí a sitios como Atocha, plaza Elíptica a buscar trabajo y hay personas que se aprovechan de nosotros, te dicen,“mañana te pago y mañana no viene, probé la top-manta y el primer día me pilló la Policía. Tenemos que estar 3 años para los papeles y entonces poder trabajar. Cuando nos pillan en el top manta te pasas 72 horas en comisaría.
Ahora, la cosa se ha intensificado, salen a darnos caza, nos tratan como delincuentes, nos mandan a comisaría, vienen de paisano. Hay controles selectivos: si hay un negro, se va primero a por él. Vienen a buscarnos hasta las puertas de los colegios de nuestros hijos.
Hay días muy duros, pero también vivimos con esperanza y queremos que nos traten igual, como la gente, para tener un mundo mejor, el mundo que soñábamos antes de venir a España".
Aplausos en la sala y una sensación de profunda impotencia. ¿Nos quedan entrañas de misericordia?
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