“La querida Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio”. Así comienza la Exhortación apostólica post-sinodal, Querida Amazonia. El Pontífice, en los primeros puntos (2-4) explica “el sentido de esta Exhortación” llena de referencias a documentos de las Conferencias Episcopales de los países amazónicos, pero también a poemas de autores relacionados con la Amazonia. Hace hincapié en que desea “expresar las resonancias” que el Sínodo ha provocado en él. Y precisa que no pretende sustituir ni repetir el Documento Final que nos invita a leer “íntegramente”, esperando que toda la Iglesia se deje “enriquecer e interpelar” por él y que la Iglesia de la Amazonia se comprometa “en su aplicación”. Francisco comparte sus “Sueños para la Amazonia” (5-7), cuyo destino debe preocupar a todos, porque esta tierra también es “nuestra”. Formula “cuatro grandes sueños”: que la Amazonia “luche por los derechos de los más pobres”, “preserve la riqueza cultural”, “custodie celosamente la abrumadora hermosura natural” y, por último, que las comunidades cristianas sean “capaces de entregarse y encarnarse en la Amazonia”.
El sueño social: Que la Iglesia esté al lado de los oprimidos
El primer capítulo de Querida Amazonia se centra en el “Sueño social” (8). Destaca que “un verdadero planteo ecológico” es también un “planteo social” y, si bien aprecia el “buen vivir” de los indígenas, advierte contra el “conservacionismo” que solo se preocupa por el medioambiente. En tonos vibrantes, habla de “injusticia y crimen” (9-14). Recuerda que Benedicto XVI ya había denunciado “la devastación ambiental de la Amazonia”. Los pueblos originarios, advierte, sufren el “sometimiento” tanto de los poderes locales como de los externos. Para el Papa las operaciones económicas que alimentan la devastación, los asesinatos, la corrupción, merecen el nombre de “injusticia y crimen”. Y con Juan Pablo II reitera que la globalización no debe convertirse en un nuevo colonialismo.
Que los pobres sean escuchados sobre el futuro de la Amazonia
Ante tal injusticia, el Pontífice pide “indignarse y pedir perdón” (15-19). Para Francisco son necesarias “redes de solidaridad y desarrollo” y llama al compromiso de todos, incluyendo a los líderes políticos. A partir de aquí, el Papa se detiene en el tema del “sentido comunitario” (20-22). Recuerda que para los pueblos amazónicos las relaciones humanas “están impregnadas por la naturaleza circundante”. Por esta razón, escribe, viven como un verdadero “desarraigo” cuando son “obligados a emigrar a la ciudad”. La última parte del primer capítulo está dedicada a las “Instituciones dañadas” (23-25) y al “Diálogo social” (26-27). El Papa denuncia el mal de la corrupción que envenena al Estado y sus instituciones. Y espera que la Amazonia se convierta en “un lugar de diálogo social”, en primer lugar, “con los últimos”. La de los pobres, advierte, ha de ser “la voz más potente” en la Amazonia.
El sueño cultural: cuidar el poliedro amazónico
El segundo capítulo está dedicado al “Sueño cultural”. Francisco inmediatamente deja claro que “promover la Amazonia” no significa “colonizarla culturalmente” (28). Así, utiliza una imagen que le es muy querida: “el poliedro amazónico” (29-32). Es necesario luchar contra la “colonización postmoderna”. Para Francisco es urgente “cuidar las raíces” (33-35). Citando a Laudato si’ y Christus vivit, subraya que la “visión consumista del ser humano” tiende a “homogeneizar las culturas” y esto repercute especialmente en los jóvenes. A ellos, el Papa les pide “hacerse cargo de las raíces”, que “recuperen la memoria dañada”.
No a un indigenismo cerrado, sino a un encuentro intercultural
La Exhortación se centra entonces en el “encuentro intercultural” (36-38). Incluso las “culturas supuestamente más evolucionadas”, observa, pueden aprender de los pueblos que “desarrollaron un tesoro cultural estando enlazadas con la naturaleza”. La diversidad, por lo tanto, no es “una frontera”, sino “un puente”, y dice no a un “indigenismo completamente cerrado”. La última parte del capítulo II está dedicada al tema “culturas amenazadas, pueblos en riesgo” (39-40). En cualquier proyecto para la Amazonia, es su recomendación, “hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos”. Estos, añade, difícilmente podrán “quedar indemnes” si el entorno en el que nacieron y se desarrollaron “se daña”.
El sueño ecológico: Unir el cuidado del ambiente y el de las personas
El tercer capítulo, “Un Sueño Ecológico”, es el que se relaciona más inmediatamente con la Encíclica Laudato si’. En la introducción (41-42) se destaca que en la Amazonia existe una estrecha relación del ser humano con la naturaleza. El cuidado de nuestros hermanos como el Señor nos cuida, reitera, “es la primera ecología que necesitamos”. El cuidado del medioambiente y el cuidado de los pobres son “inseparables”. Francisco, entonces, vuelca su atención al “sueño hecho de agua” (43-46). Cita a Pablo Neruda y a otros poetas locales sobre la fuerza y la belleza del río Amazonas. Con sus poemas, escribe, “nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza”.
Escuchar el grito del Amazonas, que el desarrollo sea sostenible
Para el Papa, es urgente escuchar “el grito de la Amazonia” (47-52). Recuerda que el equilibrio planetario depende de su salud. Hay, escribe, fuertes intereses no solo locales, sino también internacionales. La solución, por lo tanto, no es la “internacionalización” de la Amazonia, sino que debe crecer “la responsabilidad de los gobiernos nacionales”. El desarrollo sostenible, continúa, requiere que los habitantes estén siempre informados sobre los proyectos que les conciernen y espera la creación de “un sistema normativo” con “límites infranqueables”. Así, invita a la “Profecía de la contemplación” (53-57). Escuchando a los pueblos originarios, subraya, podemos amar a la Amazonia “y no solo utilizarla”; podemos encontrar en ella “un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos”. La última parte del capítulo III se centra en la “Educación y los hábitos ecológicos” (58-60). El Papa señala que la ecología no es una cuestión técnica, sino que siempre incluye “un aspecto educativo”.
El sueño eclesial: Desarrollar una Iglesia con rostro amazónico
El último capítulo, el más contundente, está dedicado “más directamente” a los pastores y fieles católicos y se centra en el “Sueño eclesial”. El Papa invita a “desarrollar una Iglesia con rostro amazónico” a través de un “gran anuncio misionero” (61), un “anuncio indispensable en la Amazonia” (62-65). Para el Papa no basta con llevar un “mensaje social”. Estos pueblos tienen “derecho al anuncio del Evangelio”, de lo contrario “cada estructura eclesial se convertirá” en una ONG. Una parte sustancial se dedica entonces a la inculturación. Retomando la Gaudium et Spes, habla de la “inculturación” (66-69) como un proceso que lleva “a la plenitud a la luz del Evangelio” lo bueno que existe en las culturas amazónicas.
Una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonia
El Papa mira más profundamente, señalando los “Caminos de inculturación en la Amazonia” (70-74). Los valores presentes en las comunidades originarias, escribe, deben ser “recogidos en la evangelización”. Y en los dos párrafos siguientes se centra en la “inculturación social y espiritual” (75-76). El Papa señala que, dada la pobreza de tantos habitantes de la Amazonia, la inculturación debe tener un “perfume marcadamente social”. Al mismo tiempo, sin embargo, la dimensión social debe integrarse con la dimensión “espiritual”.
Sacramentos accesibles a todos, especialmente a los pobres
La Exhortación indica entonces los “puntos de partida para una santidad amazónica” (77-80) que no deben copiar “modelos de otros lugares”. Destaca que “es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría”. Se puede valorar, añade, un mito “cargado de sentido espiritual” sin considerarlo necesariamente “un error pagano”. Lo mismo se aplica a algunas fiestas religiosas que, aunque requieren un “proceso de purificación”, “contienen un significado sagrado”.
Otro pasaje significativo de Querida Amazonia es sobre la inculturación de la liturgia (81-84). El Pontífice constata que el Concilio Vaticano II había pedido un esfuerzo de “inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas”. También recuerda, en una nota al texto, que en el Sínodo “surgió la propuesta de elaborar un rito amazónico”. Los sacramentos, exhorta, “deben ser accesibles, sobre todo para los pobres”. La Iglesia, enfatiza recordando a Amoris laetitia, no puede convertirse en una “aduana”.
Que los obispos latinoamericanos envíen misioneros a la Amazonia
Vinculado a esto está el tema de “la inculturación de la ministerialidad” (85-90) al que la Iglesia debe dar una respuesta “valiente”. Para el Papa debe garantizarse “una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía”. A este respecto, reitera, es importante “determinar qué es lo más específico del sacerdote”. La respuesta, se lee, está en el sacramento del Orden que habilita solo al sacerdote para presidir la Eucaristía. ¿Cómo, entonces, “asegurar ese ministerio sacerdotal” en áreas remotas? Francisco exhorta a todos los obispos, especialmente a los latinoamericanos, “a ser más generosos”, orientando a aquellos que “muestran vocación misionera” a elegir la Amazonia y los invita a revisar la formación de los sacerdotes.
Favorecer un protagonismo de los laicos en la comunidad
Después de los sacramentos, Querida Amazonia se detiene en las “comunidades repletas de vida” (91-98) en las que los laicos deben asumir “responsabilidades importantes”. Para el Papa, de hecho, no se trata “solo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados”, un objetivo “limitado” si no se suscita “nueva vida en las comunidades”. Por lo tanto, se necesitan nuevos “servicios laicales”. Solo a través de un “contundente protagonismo de los laicos”, reitera, la Iglesia podrá responder a los “desafíos de la Amazonia”. Para el Pontífice, las personas consagradas ocupan también un lugar especial, al tiempo que recuerda el papel de las comunidades de base que han defendido los derechos sociales y alienta en particular la actividad de la REPAM y de los “equipos misioneros itinerantes”.
Nuevos espacios para las mujeres, pero sin “clericalizaciones”
El Papa dedica un espacio propio a la fuerza y al don de las mujeres (99-103). Reconoce que en la Amazonia algunas comunidades se han mantenido solo “gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas”. Sin embargo, advierte que no se debe reducir “la Iglesia a estructuras funcionales”. Si este fuera el caso, de hecho, solo se les daría un papel si tuvieran acceso al Orden Sagrado. Para el Papa la clericalización de la mujer debe ser rechazada, aceptando en cambio la contribución según el modo femenino que prolonga “la fuerza y la ternura de María”. Él alienta el surgimiento de nuevos servicios femeninos, que - con el reconocimiento público de los obispos – incidan en las decisiones de las comunidades.
Que los cristianos luchen unidos para defender a los pobres de la Amazonia
Para el Papa es necesario “ampliar horizontes más allá de los conflictos” (104-105) y dejarnos desafiar por la Amazonia para “superar perspectivas limitadas” que “se quedan clausuradas en aspectos parciales”. El capítulo IV termina con el tema de la “Convivencia ecuménica e interreligiosa” (106-110). El Papa invita a los creyentes a “encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común”. “¿Cómo no luchar juntos? - pregunta Francisco- ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo con codo para defender a los pobres de la Amazonia?”
Confiemos la Amazonia y sus pueblos a María
Francisco concluye Querida Amazonia con una oración a la Madre de la Amazonia (111). “Madre, mira a los pobres de la Amazonia”, recita un pasaje de su oración, “porque su hogar está siendo destruido por intereses mezquinos (…) Toca la sensibilidad de los poderosos, porque aunque sentimos que ya es tarde nos llamas a salvar lo que todavía vive”.
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