“Avanzamos en este Año de la fe, llevando en nuestros corazones la esperanza de redescubrir cuánta alegría hay en creer y encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son un simple mensaje de Dios, una particular información sobre Él, sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador, que realiza las aspiraciones más profundas del hombre, sus anhelos de paz, de fraternidad y de amor”.
“La fe lleva a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. De este modo, se da la circunstancia de que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su origen y su destino, así como la grandeza y la dignidad de la vida humana”.
El Papa explica como la fe deja huella en los caminos personales de cada jornada: “la fe permite un conocimiento auténtico de Dios, que implica a toda la persona: se trata de un ‘saber’, un conocimiento que le da sabor a la vida, un nuevo gusto de existir, una forma alegre de estar en el mundo. La fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que se vuelve solidaria, capaz de amar, venciendo a la soledad que nos pone tristes. Es el conocimiento de Dios mediante la fe, que no es solo intelectual, sino vital; es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor”.
El misterio no es irracional
Benedicto XVI insiste en la racionalidad de la fe en Dios: "Desde el principio, la tradición católica ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) no es una fórmula que interprete la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, en todo caso es misterio. El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad. Si contemplando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque en el misterio no haya luz, sino más bien porque hay demasiada luz”. Pero tal luz no se reduce a deslumbrarnos porque “Dios, con su gracia, ilumina la razón, abre nuevos horizontes, inconmensurables e infinitos. Por eso, la fe es un fuerte incentivo para buscar siempre, a no detenerse nunca y a no evadir nunca el descubrimiento inagotable de la verdad y de la realidad”.
Los apóstoles Pedro y Pablo vivieron una síntesis de fe y razón. “San Pablo ve en la Cruz no un evento irracional, sino un hecho de salvación que tiene su propia racionalidad reconocible a la luz de la fe. Al mismo tiempo, tiene tal confianza en la razón humana, que se asombran por el hecho de que muchos, incluso viendo la obras realizadas por Dios, se obstinan en no creer en Él... También San Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a adorar “al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a responder a todo el que os pida la razón de la esperanza que hay en vosotros".
Intelecto y fe ante la revelación
La complementariedad entre razón y fe se manifiesta en San Agustín, cuando recomienda "comprender para creer y creer para comprender". En esta frase “es como si estuviera contando su propia experiencia de vida”. “Intelecto y fe ante la revelación divina no son extraños o antagonistas, sino que son las dos condiciones para comprender el significado, para acoger el mensaje auténtico”. Santo Tomás de Aquino estudió “la razón de los filósofos, mostrando cuánta nueva y fecunda vitalidad racional deriva del pensamiento humano, en la introducción de los principios y de las verdades de la fe cristiana”.
“La fe católica es, pues, razonable y brinda confianza también a la razón humana. El Concilio Vaticano I, en la Constitución dogmática Dei Filius, dijo que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios por medio de la vía de la creación…El beato Juan Pablo II, en la encíclica Fides et ratio, dice así: ‘La razón humana no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe; éstos en todo caso se alcanzan mediante libre y consciente elección’ (n. 43). En el irresistible deseo por la verdad, solo una relación armoniosa entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud de sí mismo”. Benedicto XVI, al referirse a Cristo, enseña que “solo Él satisface los deseos de verdad arraigados en el alma de cada hombre”.
El Papa afirma que “sobre esta base que busca el nexo profundo entre entender y creer, también se funda la relación virtuosa entre la ciencia y la fe… Es así como la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie solo a aquellos intentos que, oponiéndose al plan original de Dios, puedan producir efectos que se vuelvan contra el hombre mismo. También por esto es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico actuar siempre por el bien y la verdad del hombre, permaneciendo fiel a este mismo diseño”.
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