lunes, 30 de mayo de 2016

Por qué la democracia necesita de las humanidades


Martha C. Nussbaum

Sin fines de lucro

Por qué la democracia necesita de las humanidades
serie discusiones
199 páginas, 13 x 20 cm.
Not for profit. Why democracy needs the humanities
traducción: María Victoria Rodil

ISBN 9789871566372, rústica - Argentina
fecha de aparición: octubre de 2010

ISBN 9788492946174, rústica - España
fecha de aparición: octubre de 2010 
Alarmada por el grado en que el estudio de las humanidades está siendo abandonado -en todos los niveles de la escolaridad y en todos los países del mundo- en beneficio de aprendizajes más directamente vinculados con las actividades económicas, en esta breve y apasionada obra Martha C. Nussbaum hace un alegato en favor de las artes liberales. "Más un manifiesto que un estudio empírico", como ella misma afirma, Sin fines de lucro muestra que cuando se promueven las habilidades técnicas en desmedro del estudio de las humanidades se dota a los estudiantes de herramientas útiles para el desarrollo económico -lo que no necesariamente garantiza una mayor calidad de vida- pero se los priva de las habilidades necesarias para el ejercicio del pensamiento crítico.
En este libro polémico y movilizador, Martha C. Nussbaum muestra por qué las humanidades, sin duda centrales para la educación de ciudadanos de los estados democráticos, son también fundamentales para garantizar que el futuro no sólo permita compartir valores esenciales sino también el bienestar material.

"Nussbaum sostiene que la educación para obtener beneficios económicos desplazó a la educación para la ciudadanía, y que con la marginación de las humanidades de los programas de estudio se descuidan el pensamiento crítico, la empatía y la comprensión de la injusticia." Publishers Weekly 

domingo, 29 de mayo de 2016

“Si enseñas islam en las escuelas españolas, los musulmanes nunca se adaptarán”

El curso que viene se impartirá la asignatura de religión islámica en España gracias a un acuerdo entre el Estado y la Comisión Islámica. Sin embargo en los países árabes, no se enseña religión cristiana a las minorías. Distintos expertos valoran pros y contras de esta iniciativa.

El presidente de la Comisión Islámica, Riay Tatary, ha propuesto al ministerio de Educación que oferte la clase de Religión islámica en Ceuta y Melilla. Tatary se basa en que la mayoría de los alumnos son musulmanes.  “Creo que es muy necesario impartir la enseñanza por lo menos el curso que viene. Hay un compromiso y yo creo que ha sido en aras de la normalización de la convivencia y la vida de los musulmanes”, ha señalado.
En España hay 281.725 alumnos musulmanes en las etapas no universitarias, según el Observatorio Andaluz y la Unión de Comunidades Islámicas de España. Las comunidades con más presencia de estos estudiantes son Cataluña (80.743), Andalucía (44.636), Madrid (37.150) y Comunidad Valenciana (29.781). En Ceuta hay 5.545 estudiantes musulmanes y 6.989 en Melilla.
Hay que recordar que en diciembre de 2014 el Ministerio de Educación aprobó una resolución que otorgaba a los alumnos musulmanes el derecho a recibir enseñanza religiosa islámica en todos los centros educativos independientemente de su financiación mientras no entren en contradicción con sus principios ideológicos.
El doctor en Filología árabe, estudios árabes islámicos y ciencias religiosas, Raad Salam Naaman / Flickr
El doctor en Filología árabe, estudios árabes islámicos y ciencias religiosas, Raad Salam Naaman / Flickr
¿Qué ventajas e inconvenientes tiene esta medida? ¿Se trata de una decisión inocua o puede tener consecuencias negativas?
El doctor en Filología árabe y estudios islámicos -y master en Teología y Ciencias religiosas-, Raad Salam Naaman, católico iraquí, se muestra en contra de la inclusión de la asignatura islámica en las escuelas. “Si enseñas islam en las escuelas a los musulmanes nunca se van a adaptar. Además, los profesores de religión musulmana no aceptan a ninguno que no sea radical. Por ejemplo, a mí no me aceptan como profesor porque no soy musulmán. El objetivo es claro: radicalizar a los inmigrantes en Europa”, declara a Actuall.

Lo dice el corán: ‘expulsadles de donde os hayan expulsado’

Otro de los argumentos que utiliza Salam es el de la reciprocidad. O la falta de ella. Porque en gran parte de los países de mayoría musulmana no está permitida la enseñanza de la religión islámica en las escuelas. “Ni siquiera a los nativos cristianos les dejan profesar su religión, es más, están perseguidos. No hay libertad religiosa en el mundo musulmán. En cambio, los musulmanes que vienen a Occidente tienen todos los derechos. Esta ley es un peligro real para la sociedad española”.
Raad Salam: “Esta ley es un peligro real para la sociedad española; el islam es una gran amenaza para nuestra sociedad y nuestra civilización”
Una de las consignas más repetidas en Occidente -sobre todo, tras un atentado terrorista de signo islamista- es la necesidad de tender lazos con el islam moderado. A juicio de este filólogo árabe eso no es posible. “Es un concepto equivocado decir que hay un islam moderado. El islam es uno y la ley islámica está por encima del resto de religiones. La única verdad es que el islam es una gran amenaza para nuestra sociedad y nuestra civilización”. 
Raad Salam va más allá y habla de España como la “espinita” que los musulmanes no se han sacado aún. Para explicarlo, se remite al corán: sura 2, versículo 191: “Matadles donde deis con ellos y expulsadles de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: esa es la retribución de los infieles”. Es decir, Al-Ándalus sigue siendo tierra de reconquista.
Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla
Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla
No todos lo ven así, Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho, cree que el islam puede ser compatible con la libertad religiosa, pero “con condiciones muy estrictas”. Por ejemplo, “haciendo una selección rigurosa de los profesores, un control exhaustivo de los libros de texto y vigilando el desarrollo de las clases”.

La identidad española

Contreras señala que lo ideal sería transmitir a los alumnos una versión del islam pacífica y compatible con la democracia. “Hay un motivo prudencial: un islam ‘light’ enseñado en las escuelas puede intentar contrarrestar al islam ‘hard’ que los niños estarán quizás absorbiendo en las mezquitas o en Internet”. 
En cualquier caso, cree que el porcentaje de musulmanes en España es aún insuficiente (el 3,6%) para justificar su enseñanza.
Francisco José Contreras: “Hay que contrarrestar de algún modo los contenidos intolerantes, antisemitas y misóginos del islam duro”
Mientras tanto, está previsto que los alumnos de tercero de ESO que reciban clases de religión islámica el próximo curso definan términos como ‘homofobia, antisemitismo, islamofobia, xenofobia y racismo’ y reconozcan y describan situaciones sexistas y estigmatizadoras. “No sé si es un objetivo realista. Pero hay que contrarrestar de algún modo los contenidos intolerantes, antisemitas y misóginos del islam duro”, insiste Contreras. 
Rafael Navarro Valls / EFE
Rafael Navarro Valls / EFE
Para Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho y académico de la Jurisprudencia y la Legislación, enseñar el islam contribuirá a reafirmar el principio de libertad religiosa. Cree que la medida no producirá grandes cambios a medio plazo. “Significará, ante todo, una reafirmación más del principio de libertad religiosa, al que tiene derecho todo miembro de una confesión religiosa. La legitimidad de esta medida responde a la tradición secular en nuestro país, con relevante importancia en la formación de la identidad española”, afirma a Actuall.
Rafael Sánchez- Saus, autor de 'Al-Andalus y la Cruz'
Rafael Sánchez- Saus, autor de ‘Al-Andalus y la Cruz’
“El problema sólo surge cuando se debilita la conciencia ciudadana y política en torno a la necesidad de que todos los individuos que componen una sociedad respeten las normas comunes”, reflexiona Sánchez-Saus
Rafael Sánchez-Saus, catedrático de Historia Medieval y autor del libro Al Andalus y la Cruz, declara a Actuall que la ley, que debe obligar a todos por igual excepto en los casos en que se articule el derecho a la objeción de conciencia, “debe hacerse cumplir siempre”. 
Además opina que lo más importante no es lo que propugne una determinada religión: “El problema sólo surge cuando se debilita la conciencia ciudadana y política en torno a la necesidad de que todos los individuos que componen una sociedad respeten las normas comunes”.

sábado, 21 de mayo de 2016

8 alternativas a gritar que funcionan de verdad

Invitado: Álvaro Bilbao.

Conseguir que nuestros hijos pequeños nos escuchen y obedezcan puede ser un reto en ciertos momentos. Aunque estemos frente a un niño obediente siempre habrá momentos en los que su cansancio, el contexto de juego con sus hermanos u otra cosa que le llame más su atención que tu propia voz haga que simplemente no te escuche. En algunas ocasiones puede ser divertido unirse al juego, o dejar al niño que se quede en su mundo, pero en otras necesitaremos que nuestro hijo nos atienda.  Cuando esto no ocurre de manera natural, el primer instinto será gritar.

Todos los padres gritan en alguna ocasión. El grito aparece de manera natural cuando nos sentimos frustrados porque nuestros hijos no nos escuchan. Si estamos cansados o malhumorados es más fácil que acabemos soltando un grito. Sin embargo, a la mayoría de niños no les gusta que sus padres griten y la mayoría de padres no les gusta que sus hijos solo les escuchen cuando gritan. A continuación puedes encontrar 8 estrategias eficaces para reducir al máximo los gritos en tu casa.

1. Pon normas claras
La primera regla de oro para evitar los gritos es tener una serie de normas claras que faciliten la convivencia. Unas normas claras a la mesa, unas reglas que delimiten los tiempos de televisión, juego y ayuda en casa, permitirán que los niños estén centrados en lo que tienen que estar y que tengan los oídos despejados y la mente preparada para escuchar y hacer lo que le pedimos.

2. Establece el protocolo de emergencia
Acuerda un protocolo de emergencia con tus hijos. Después de un día en el que les grité a mis hijos (2, 3 y 5 años de edad) a la hora de la cena porque no me estaban obedeciendo, ellos me regañaron y me dijeron lo mal que se sentían cuando me enfadaba tanto. Yo reconocí mi fallo y les pedí que me dieran una alternativa. Ellos estuvieron de acuerdo que mi labor de padre era difícil si mi única alternativa era el grito, así que acordamos tener una especie de “protocolo de emergencia”.

Acordamos entre todos que, antes de gritar, les avisaría. La señal para acordamos para avisarles de que estaba a punto de estallar sería contar hasta tres, avisando de antemano que estaba a punto de gritar. En cuanto veo que mis ánimos se están cargando, les digo, “Estoy a punto de enfadarme de verdad, voy a contar hasta tres y os quiero a todos sentados a la mesa…”.
Con esta señal su cerebro sabe inmediatamente que están sobrepasando el límite de mi paciencia (que si, como la de todos, tiene un límite) y enseguida obedecen. Ellos tienen una señal de aviso que les sirve para reaccionar y a todos nos parece un trato justo. Si no lo has hecho, no lo dudes; acuerda con tus hijos un “protocolo de emergencia” y ahorraréis gritos y disgustos.

3. Actúa como si fuera sordo
Para llamar la atención de una persona sorda no la puedes gritar (ni tampoco hablar), porque simplemente no te puede escuchar. Con un hijo que está absorto mirando algo o enloquecido jugando con sus hermanos puede pasar lo mismo. El colectivo de personas sordas utiliza otras estrategias para llamar la atención de sus compañeros sordos.
La que más utilizo en casa es tocar el hombro de mis hijos para llamar su atención. El contacto físico hace que podamos llegar al cerebro del niño por una vía poco habitual lo que provocará su sorpresa y aumentará la probabilidad de que nos preste atención.

4. ¿Has probado a pedirlo por favor?
La palabra mágica, no solo funciona con los adultos. Los niños también prestan más atención cuando les pedimos las cosas por favor. Desde los dos años de edad los niños desarrollan su instinto altruista y son más proclives a actuar de una determinada manera cuando perciben que están ayudando a otra persona. Pedir al niño que, por favor, nos escuche o nos ayude, aumentará las probabilidades de que el niño preste la atención.

5. Díselo al oído
Esta es una estrategia que me funciona especialmente bien. Cuando  decimos algo al oído normalmente ponemos la mano alrededor de la oreja, permitiendo el contacto físico. Ese contacto físico hará que su cerebro segregue oxitocina (la hormona del vínculo y la unión) facilitando que el niño te preste más atención.
Así mismo, cuando susurramos, su atención auditiva tiene que esforzarse por escuchar tu mensaje con lo que conseguiremos que (1) se concentre (2) se calme (3) entienda el mensaje que le queremos transmitir. Si al terminar el mensaje secreto lo acompañamos con un “Venga, obedece, gamberrote” el éxito está casi asegurado. Es una técnica que realmente funciona muy bien. Al fin y al cabo ¿a qué niño no le entusiasma conocer un secreto?

6. Ponte al nivel de sus ojos
Uno de los mayores errores de los padres que quieren que sus hijos les hagan caso es hablarles en la región periférica del campo visual. En esta región periférica los estímulos son percibidos por el cerebro como irrelevantes. Si les hablas a tus hijos de pie (mientras ellos están sentados en el suelo) o desde su espalda (mientras juegan a la consola) la probabilidad de que te hagan caso es muy pequeña. En esa disposición tú y tus intenciones resultáis irrelevantes. No es de extrañar que el padre o madre que se siente ignorado se frustre y acabe gritando, pero esto se podría evitar simplemente agachándote y poniéndote al nivel de sus ojos. Si sus ojos miran a tus ojos es muy probable que su cerebro también escuche tus palabras.

7. Sácale del contexto
Cuando el niño está absorto en un juego o saltando sobre la cama con sus hermanos es difícil que te pueda atender. En estos casos sólo suele haber dos alternativas para conseguir que el niño preste atención a tus palabras. Una, es gritarle. La otra es sacarle del contexto que le tiene absorto. Si está jugando a la consola (cosa poco recomendable a estas edades), dile que la pare un momento, y si está en el cuarto de juegos o saltando sobre la cama, quizás te puedas tumbar en ella y, cuando salte sobre ti (que lo hará) puedes atraparlo y llevaros al cuarto de al lado. Si le sacas del contexto que le tiene absorto la probabilidad de que pueda escuchar lo que le dices aumentará.

8. ¡Grita! pero grita sin ira…
Gritar no tiene por qué ser necesariamente malo. Lo malo suele ser la ira que acompaña al grito. Para sortear esa ira prueba este pequeño truco. Justo antes de que estés a punto de perder la paciencia, pega un grito gamberro. Grita a tus hijos que te hagan caso y lánzate a por ellos con una guerra de cosquillas, achuchones o pellizcos. Puede que la calma no llegue inmediatamente a tu hogar, pero descargarás la energía negativa y, cuando acabe la pelea, ellos estarán más dispuestos a obedecer. Así que si lo necesitas, ¡Grita!… pero grita para jugar.

Prueba estas estrategias.  Comienza con  la 1 y la 2 y vete combinándolas con las demás. Verás como te resulta mucho más fácil conseguir que tus hijos  te escuchen sin necesidad de gritar. Os ahorraréis muchos disgustos y vuestra relación  no se resentirá.  Sigue aprendiendo estrategias para mejorar el comportamiento de tus hijos como las alternativas más efectivas a los gritos y castigos en el mejor curso de parenting en la red!


viernes, 20 de mayo de 2016

Quince colegios españoles superan a Finlandia en las pruebas de PISA para centros educativos

El pasado mes de febrero se presentaron voluntariamente a los exámenes que la OCDE realiza a nivel de colegios para conocer su estado en el contexto internacional

Más de 900 alumnos de 15 años de colegios privados de CICAE(Asociación de Colegios Privados e Independientes - Círculo de Calidad Educativa) de Andalucía, Baleares, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia y Madrid, se han sometido de manera voluntaria a la evaluación PISA para Centros Educativos que efectúa la OCDE para conocer dónde se sitúan sus centros educativos en el contexto internacional. Y los resultados han sido muy satisfactorios: el rendimiento promedio de estos estudiantes , tanto en Lectura como en Matemáticas y en Ciencias, es significativamentesuperior al de los del conjunto de España y al de los países miembros de la OCDE. Se trata del primer informe de PISA for Schools que ha hecho la OCDE a nivel mundial para una asociación de colegios.
El nivel del 10% de los estudiantes con rendimientos más altos de estos centros privados españoles es superior al del 10% de los mejores alumnos de Japón, Corea y Finlandia, en Lectura y en Matemáticas. Y aunque en Ciencias los resultados no son tan aplastantes, sí están muy por encima de los del resto de España y del conjunto de la OCDE. Además, también en Ciencias el promedio de todos los estudiantes de los colegios de CICAE está por encima del de los mejores países europeos en esta materia, como Finlandia, Alemania, Reino Unido o Francia. 
Otro dato relevante es que prácticamente todos los centros de CICAE se sitúan bastante próximos entre sí y muy cercanos a los resultados esperables que la OCDE establece en función del nivel socioeconómico y cultural de sus alumnos. Este grupo de colegios se compara con otros colegios españoles e internacionales que tienen el mismo entorno socioeconómico y, aún así, los resultados son muy destacables.

Pensamiento creativo

La clave de estos buenos resultados se deben, en opinión de Elena Cid, gerente de CICAE, a que sus colegios «están en continua renovación, innovación y formación. Son centros que han ido actualizando y adaptando sus metodologías, a las necesidades formativas y competenciales que sabían que sus alumnos iban a necesitar en el futuro». 
Enrique Maestu, vicepresidente de CICAE, añade que «no se conforman con un aprendizaje de contenidos y memorístico, buscan que los jóvenes sepan aplicar los conocimientos y sean competentes ante situaciones desconocidas que les exija un pensamiento creativo y crítico. Y eso es lo que justamente mide esta prueba internacional reconocida por su rigor y seriedad».
En el estudio participaron, por parte de Madrid, los colegios de Ágora International School, Alameda de Osuna, Arcángel Rafael, Brains, Los Sauces, Mirabal, Ramón y Cajal, San Patricio y Virgen de Europa; por parte de la Comunidad Valenciana, Ágora Lledó International School (Castellón); de Andalucía, El Centro Inglés (Cádiz) y San Francisco de Paula (Sevilla); de Cataluña, Ágora Sant Cugat International School (Barcelona); de Galicia, Colexio M. Peleteiro (Santiago); y de Baleares, Ágora Portals International School (Palma de Mallorca).

martes, 10 de mayo de 2016

Discurso Papa Francisco al recibir el Premio Carlomagno 2016

El Papa Francisco ha recibido en el Palacio Apostólico del Vaticano el Premio Internacional Carlomagno 2016 por su compromiso y empeño a favor de la paz, de la comprensión y de la misericordia.
En el acto estuvieron presentes algunos dirigentes europeos, quienes escucharon el discurso que el Santo Padre dirigió después y en el que advirtió del peligro que corre Europa por haber renunciado a sus raíces cristianas.
“¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?”, se preguntó.
A continuación el texto completo del discurso del Pontífice:
Ilustres señoras y señores:
Les doy mi cordial bienvenida y gracias por su presencia. Agradezco especialmente sus amables palabras a los señores Marcel Philipp, Jürgen Linden, Martin Schulz, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk. Deseo reiterar mi intención de ofrecer a Europa el prestigioso premio con el cual he sido honrado: no hagamos un mero un gesto celebrativo, sino que aprovechemos más bien esta ocasión para desear todos juntos un impulso nuevo y audaz para este amado Continente.
La creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los propios límites pertenecen al alma de Europa. En el siglo pasado, ella ha dado testimonio a la humanidad de que un nuevo comienzo era posible; después de años de trágicos enfrentamientos, que culminaron en la guerra más terrible que se recuerda, surgió, con la gracia de Dios, una novedad sin precedentes en la historia. Las cenizas de los escombros no pudieron extinguir la esperanza y la búsqueda del otro, que ardían en el corazón de los padres fundadores del proyecto europeo. Ellos pusieron los cimientos de un baluarte de la paz, de un edificio construido por Estados que no se unieron por imposición, sino por la libre elección del bien común, renunciando para siempre a enfrentarse. Europa, después de muchas divisiones, se encontró finalmente a sí misma y comenzó a construir su casa.
Esta «familia de pueblos», que entretanto se ha hecho de modo meritorio más amplia, en los últimos tiempos parece sentir menos suyos los muros de la casa común, tal vez levantados apartándose del clarividente proyecto diseñado por los padres. Aquella atmósfera de novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen estar cada vez más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño estamos tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos particulares. Sin embargo, estoy convencido de que la resignación y el cansancio no pertenecen al alma de Europa y que también «las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad» .
En el Parlamento Europeo me permití hablar de la Europa anciana. Decía a los eurodiputados que en diferentes partes crecía la impresión general de una Europa cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido fuerza de atracción. Una Europa decaída que parece haber perdido su capacidad generativa y creativa. Una Europa tentada de querer asegurar y dominar espacios más que de generar procesos de inclusión y de transformación; una Europa que se va «atrincherando» en lugar de privilegiar las acciones que promueven nuevos dinamismos en la sociedad; dinamismos capaces de involucrar y poner en marcha todos los actores sociales (grupos y personas) en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas actuales, que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos; una Europa que, lejos de proteger espacios, se convierta en madre generadora de procesos (cf. Evangelii gaudium, 223).
¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?
El escritor Elie Wiesel, superviviente de los campos de exterminio nazis, decía que hoy en día es imprescindible realizar una «transfusión de memoria». Es necesario «hacer memoria», tomar un poco de distancia del presente para escuchar la voz de nuestros antepasados. La memoria no sólo nos permitirá que no se cometan los mismos errores del pasado (cf. Evangelii gaudium, 108), sino que nos dará acceso a aquellos logros que ayudaron a nuestros pueblos a superar positivamente las encrucijadas históricas que fueron encontrando. La transfusión de memoria nos libera de esa tendencia actual, con frecuencia más atractiva, a obtener rápidamente resultados inmediatos sobre arenas movedizas, que podrían producir «un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana» (ibíd. 224).
A este propósito, nos hará bien evocar a los padres fundadores de Europa. Ellos supieron buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra. Ellos tuvieron la audacia no sólo de soñar la idea de Europa, sino que osaron transformar radicalmente los modelos que únicamente provocaban violencia y destrucción. Se atrevieron a buscar soluciones multilaterales a los problemas que poco a poco se iban convirtiendo en comunes.
Robert Schuman, en el acto que muchos reconocen como el nacimiento de la primera comunidad europea, dijo: «Europa no se hará de una vez, ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho». Precisamente ahora, en este nuestro mundo atormentado y herido, es necesario volver a aquella solidaridad de hecho, a la misma generosidad concreta que siguió al segundo conflicto mundial, porque —proseguía Schuman— «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan». Los proyectos de los padres fundadores, mensajeros de la paz y profetas del futuro, no han sido superados: inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros. Parecen expresar una ferviente invitación a no contentarse con retoques cosméticos o compromisos tortuosos para corregir algún que otro tratado, sino a sentar con valor bases nuevas, fuertemente arraigadas. Como afirmaba Alcide De Gasperi, «todos animados igualmente por la preocupación del bien común de nuestras patrias europeas, de nuestra patria Europa», se comience de nuevo, sin miedo un «trabajo constructivo que exige todos nuestros esfuerzos de paciente y amplia cooperación».
Esta transfusión de memoria nos permite inspirarnos en el pasado para afrontar con valentía el complejo cuadro multipolar de nuestros días, aceptando con determinación el reto de «actualizar» la idea de Europa. Una Europa capaz de dar a luz un nuevo humanismo basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de comunicación y la capacidad de generar.
Capacidad de integrar
Erich Przywara, en su magnífica obra La idea de Europa, nos reta a considerar la ciudad como un lugar de convivencia entre varias instancias y niveles. Él conocía la tendencia reduccionista que mora en cada intento de pensar y soñar el tejido social. La belleza arraigada en muchas de nuestras ciudades se debe a que han conseguido mantener en el tiempo las diferencias de épocas, naciones, estilos y visiones. Basta con mirar el inestimable patrimonio cultural de Roma para confirmar, una vez más, que la riqueza y el valor de un pueblo tiene precisamente sus raíces en el saber articular todos estos niveles en una sana convivencia. Los reduccionismos y todos los intentos de uniformar, lejos de generar valor, condenan a nuestra gente a una pobreza cruel: la de la exclusión. Y, más que aportar grandeza, riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad. Más que dar nobleza de espíritu, les aporta mezquindad.
Las raíces de nuestros pueblos, las raíces de Europa se fueron consolidando en el transcurso de su historia, aprendiendo a integrar en síntesis siempre nuevas las culturas más diversas y sin relación aparente entre ellas. La identidad europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural.
La actividad política es consciente de tener entre las manos este trabajo fundamental y que no puede ser pospuesto. Sabemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas», por lo que se tendrá siempre que trabajar para «ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos» (Evangelii gaudium, 235). Estamos invitados a promover una integración que encuentra en la solidaridad el modo de hacer las cosas, el modo de construir la historia. Una solidaridad que nunca puede ser confundida con la limosna, sino como generación de oportunidades para que todos los habitantes de nuestras ciudades —y de muchas otras ciudades— puedan desarrollar su vida con dignidad. El tiempo nos enseña que no basta solamente la integración geográfica de las personas, sino que el reto es una fuerte integración cultural.
De esta manera, la comunidad de los pueblos europeos podrá vencer la tentación de replegarse sobre paradigmas unilaterales y de aventurarse en «colonizaciones ideológicas»; más bien redescubrirá la amplitud del alma europea, nacida del encuentro de civilizaciones y pueblos, más vasta que los actuales confines de la Unión y llamada a convertirse en modelo de nuevas síntesis y de diálogo. En efecto, el rostro de Europa no se distingue por oponerse a los demás, sino por llevar impresas las características de diversas culturas y la belleza de vencer todo encerramiento. Sin esta capacidad de integración, las palabras pronunciadas por Konrad Adenauer en el pasado resonarán hoy como una profecía del futuro: «El futuro de Occidente no está amenazado tanto por la tensión política, como por el peligro de la masificación, de la uniformidad de pensamiento y del sentimiento; en breve, por todo el sistema de vida, de la fuga de la responsabilidad, con la única preocupación por el propio yo».
Capacidad de diálogo
Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es esta: diálogo. Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social. La cultura del diálogo implica un auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado. Para nosotros, hoy es urgente involucrar a todos los actores sociales en la promoción de «una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones» (Evangelii gaudium, 239). La paz será duradera en la medida en que armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo, les enseñemos la buena batalla del encuentro y la negociación. De esta manera podremos dejarles en herencia una cultura que sepa delinear estrategias no de muerte, sino de vida, no de exclusión, sino de integración.
Esta cultura de diálogo, que debería ser incluida en todos los programas escolares como un eje transversal de las disciplinas, ayudará a inculcar a las nuevas generaciones un modo diferente de resolver los conflictos al que les estamos acostumbrando. Hoy urge crear «coaliciones», no sólo militares o económicas, sino culturales, educativas, filosóficas, religiosas. Coaliciones que pongan de relieve cómo, detrás de muchos conflictos, está en juego con frecuencia el poder de grupos económicos. Coaliciones capaces de defender las personas de ser utilizadas para fines impropios. Armemos a nuestra gente con la cultura del diálogo y del encuentro.
Capacidad de generar
El diálogo, y todo lo que este implica, nos recuerda que nadie puede limitarse a ser un espectador ni un mero observador. Todos, desde el más pequeño al más grande, tienen un papel activo en la construcción de una sociedad integrada y reconciliada. Esta cultura es posible si todos participamos en su elaboración y construcción. La situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas. Al contrario, es un firme llamamiento a la responsabilidad personal y social.
En este sentido, nuestros jóvenes desempeñan un papel preponderante. Ellos no son el futuro de nuestros pueblos, son el presente; son los que ya hoy con sus sueños, con sus vidas, están forjando el espíritu europeo. No podemos pensar en el mañana sin ofrecerles una participación real como autores de cambio y de transformación. No podemos imaginar Europa sin hacerlos partícipes y protagonistas de este sueño.
He reflexionado últimamente sobre este aspecto, y me he preguntado: ¿Cómo podemos hacer partícipes a nuestros jóvenes de esta construcción cuando les privamos del trabajo; de empleo digno que les permita desarrollarse a través de sus manos, su inteligencia y sus energías? ¿Cómo pretendemos reconocerles el valor de protagonistas, cuando los índices de desempleo y subempleo de millones de jóvenes europeos van en aumento? ¿Cómo evitar la pérdida de nuestros jóvenes, que terminan por irse a otra parte en busca de ideales y sentido de pertenencia porque aquí, en su tierra, no sabemos ofrecerles oportunidades y valores?
«La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral».7 Si queremos entender nuestra sociedad de un modo diferente, necesitamos crear puestos de trabajo digno y bien remunerado, especialmente para nuestros jóvenes.
Esto requiere la búsqueda de nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad. Pienso, por ejemplo, en la economía social de mercado, alentada también por mis predecesores (cf. Juan Pablo II, Discurso al Embajador de la R. F. de Alemania, 8 noviembre 1990). Pasar de una economía que apunta al rédito y al beneficio, basados en la especulación y el préstamo con interés, a una economía social que invierta en las personas creando puestos de trabajo y cualificación.
Tenemos que pasar de una economía líquida, que tiende a favorecer la corrupción como medio para obtener beneficios, a una economía social que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego «muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que “se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo […] para todos”» (Laudato si’,127).
Si queremos mirar hacia un futuro que sea digno, si queremos un futuro de paz para nuestras sociedades, solamente podremos lograrlo apostando por la inclusión real: «esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario». Este cambio (de una economía líquida a una economía social) no sólo dará nuevas perspectivas y oportunidades concretas de integración e inclusión, sino que nos abrirá nuevamente la capacidad de soñar aquel humanismo, del que Europa ha sido la cuna y la fuente.
La Iglesia puede y debe ayudar al renacer de una Europa cansada, pero todavía rica de energías y de potencialidades. Su tarea coincide con su misión: el anuncio del Evangelio, que hoy más que nunca se traduce principalmente en salir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte y sencilla de Jesús, su misericordia que consuela y anima. Dios desea habitar entre los hombres, pero puede hacerlo solamente a través de hombres y mujeres que, al igual que los grandes evangelizadores del continente, estén tocados por él y vivan el Evangelio sin buscar otras cosas. Sólo una Iglesia rica en testigos podrá llevar de nuevo el agua pura del Evangelio a las raíces de Europa. En esto, el camino de los cristianos hacia la unidad plena es un gran signo de los tiempos, y también la exigencia urgente de responder al Señor «para que todos sean uno» (Jn 17,21).
Con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe, sueño un nuevo humanismo europeo, «un proceso constante de humanización», para el que hace falta «memoria, valor y una sana y humana utopía».10 Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de descarte. Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable. Sueño una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía.